La propia biología de las personas con síndrome de Down, la presencia de ciertos factores ambientales, así como su dificultad a la hora de adaptarse a cambios vitales, hace más probable que desarrollen problemas emocionales o de salud mental.
Hay factores como la identidad, la pertenencia, la autoestima o las relaciones interpersonales que van a condicionar y favorecer un estado de bienestar emocional positivo.
Es un fenómeno positivo que las personas con síndrome de Down vivan más años y en mejores condiciones. Nos encontramos ante nuevos retos y la necesidad de dar continuidad a nuestras intervenciones con el mismo enfoque inclusivo, comunitario, y sobre todo centrado en la persona. Es importante conocer los cambios que puedan aparecer, con el objetivo de preverlos e intervenir en consecuencia sin olvidar que aunque son comunes algunos aspectos en su desarrollo, cada persona y su contexto son únicas y van a necesitar apoyos personalizados y adecuados a sus necesidades.
Las personas con síndrome de Down tienen unas características peculiares en su madurez que es necesario conocer. A partir de los 45-50 años nos encontramos con un deterioro más acelerado y un riesgo mayor a determinados problemas de salud, como la enfermedad del Alzheimer y sus complicaciones asociadas. Algunos órganos envejecen, pero otros no. Además, tienen protección antes enfermedades típicas de una edad más avanzada.