Las personas con síndrome de Down mayores de 40 años muestran unos perfiles conductuales y emocionales que indican cambios relacionados con el proceso de deterioro propio del envejecimiento prematuro. En conclusión, la vida activa de las personas adultas con síndrome de Down ralentiza los procesos de envejecimiento y favorece el mantenimiento funcional.
La generación de jóvenes adultos con síndrome de Down acostumbra a seguir programas de salud con revisiones programadas en relación a las posibles afectaciones que son más comunes. En general, pueden llevar a cabo una vida autónoma en consonancia con las propias capacidades y tener una vida laboral adaptada a sus capacidades cognitivas. Todo este conjunto de factores hace posible una vida adulta plena y activa, y permite que el proceso de envejecimiento se pueda afrontar de forma distinta a como se realizaba en décadas anteriores.
Las actividades de ocio y tiempo libre, así como la posibilidad de acceder a un entorno laboral en empresas ordinarias, están demostrando que no sólo favorecen la calidad de vida, sino que también parecen influir sobre el retraso de las primeras manifestaciones del proceso de envejecimiento.
Una de las actividades de tiempo libre más promovida desde las diferentes entidades asociativas y desde las instituciones sanitarias ha sido la práctica del deporte, la cual va directamente relacionada con la mejora de la salud, aunque no es el único beneficio ya que, a nivel psicológico, los beneficios también son elevados.
Los estudios que hablan sobre los beneficios del trabajo en personas con síndrome de Down muestran que se mejoran cualidades como la autonomía, la higiene personal, las habilidades sociales o el autoconcepto.
Uno de los aspectos más estudiados es la relación que se establece entre el síndrome de Down y la enfermedad del Alzheimer.
El aumento de la longevidad en las personas con síndrome de Down debido a las mejoras en la calidad de vida ha generado la necesidad de analizar la evolución en la adultez.
Uno de los primeros aspectos a considerar es el incremento en las expectativas de vida. Ya que hay personas que están llegando a los 60 y 70 años con muy pocos o ningún signo de envejecimiento patológico.
La evolución del funcionamiento cognitivo muestra que, hasta los 40-50 años, las personas con síndrome de Down mantienen un patrón estable en sus habilidades funcionales. Alrededor de los 45 años se observa un punto de inflexión en relación al deterioro de ciertos aspectos cognitivos, como es el caso de la orientación espacial y temporal o la memoria. Ente los factores cognitivo más sensibles al declive se observan cambios en el lenguaje, la praxis, la memoria visual y las funciones ejecutivas. En el caso del lenguaje, y por consiguiente todas las habilidades verbales asociadas, se describen ciertas limitaciones propias de las personas con síndrome de Down que se mantienen estables hasta los 40-50 años, momento en el que manifiestan cierto declive. Observan mayor dificultad para realizar dos tareas en paralelo, así como cierto enlentecimiento en la ejecución de tareas.
La memoria visual se va deteriorando de forma leve pero progresiva a medida que las personas con síndrome de Down envejecen; también se observan cambios en la memoria de trabajo verbal y visoespacial.
En relación a las funciones ejecutivas, aparecen ciertas dificultades en la capacidad de planificación, de inhibición y en tareas en las que se halla involucrada la atención. Se observa cierta preferencia por la rutina como consecuencia de la dificultad de flexibilidad cognitiva y por un incremento en la dificultad para la resolución de problemas.
Entre los 40 y 50 años empieza a manifestarse un descenso en las conductas adaptativas y nuevas formas de interactuar con el entorno, que pueden manifestarse a través de modificaciones en la forma de comportarse o en ciertas alteraciones emocionales. Estos indicadores pueden ir acompañados de un mayor riesgo de presentar problemas de salud mental como la depresión, los trastornos obsesivo-compulsivos, la ansiedad o la demencia.
Entre los comportamientos más comunes que según los estudios se relacionan con el inicio del proceso de envejecimiento encontramos: disminución de las habilidades comunicativas acompañado en muchos casos de la pérdida progresiva de interés por las cosas que antes le interesaban, disminución de la autoestima como consecuencia de la disminución de la participación en actividades, reafirmación de algunas obsesiones ya existentes; actitud más irritable, susceptible y contestataria y gran afectación por los cambios en los acontecimientos vitales.
La familia a medida que avanza la edad, limita el nivel de independencia argumentando razones de seguridad y de falta de capacidades cognitivas para hacer frene a las actitudes de independencia. La visión de afrontar la vejez de los padres y el proceso de envejecimiento prematuro del hijo o ija suponen un reto para la familia y especialmente para los hermanos.
A nivel laboral es conveniente mantener a la persona con el máximo de actividad posible, con la finalidad de prevenir y enlentecer el proceso de deterioro.
La gran variabilidad que existe ente las personas con síndrome de Down hace difícil identificar con un criterio único cuáles son los patrones cognitivos, conductuales y sociales que manifestara la persona a medida que envejece.
Se debe fomentar y favorecer las capacidades y competencias de lo adultos con síndrome de Down. Es necesario ofrecer apoyos y actividades ajustadas a las características de la persona, pero teniendo en cuenta la importancia de mantener relaciones con el entorno, tanto a nivel social, mediante actividades de tiempo libre, a nivel físico, practicando algún deporte adaptado a cada situación personal y actividades de tipo aboral o formativo para mantener y fortaleces la adaptación a normas e interacción con el entorno.