Es importante trabajar las emociones desde la infancia, ya que una mala gestión emocional puede comportar dificultades en conductas de chicos jóvenes, adolescentes y adultos en todos los entornos: educativo, laboral, familiar, social… y esto es aplicable a todo el mundo, sin importar el hecho de tener o no una discapacidad intelectual.
Es muy importante trabajar las emociones para tratar de conseguir encontrar el equilibrio entre las sensaciones (lo que notamos), emociones (lo que sentimos), acciones y pensamientos. Cuando conseguimos este equilibrio, conseguiremos la madurez emocional.
Las emociones son algo interno que ocurren en la amígdala, en el cerebro. La amígdala es una estructura en forma de almendra que se encuentra cerca del hipocampo, en la porción frontal del lóbulo temporal. Nuestras amígdalas son esenciales para la capacidad de sentir ciertas emociones y de percibirlas en otras personas. Como con la mayoría de las otras estructuras cerebrales, en realidad tenemos dos amígdalas. Si un individuo sospechoso nos está siguiendo de noche y sentimos que nuestro corazón late con fuerza, lo más seguro es que nuestras amígdalas se encuentren muy activas. Los pensamientos, sin embargo, son algo más elaborado.
En español hay 300 palabras para emociones.
Hay 6 emociones básicas: alegría, tristeza, miedo, sorpresa, ira y asco.
Las emociones no se pueden evitar. Una emoción como la alegría se expresa en 3 segundos, la tristeza se expresa en 8 segundos. Además, las emociones son involuntarias: puedo evitar no salir corriendo, pero no puedo evitar sentir miedo.
Son subjetivas. Cada uno siente las emociones de manera diferente.
Son respuestas a situaciones interiores o exteriores.
Son muy intensas y necesarias para la supervivencia.
Son contagiosas. Si alguien nos transmite una noticia que le hace sentir feliz, es fácil que en segundos nos sintamos también felices.
Están acompañadas de sensaciones, pensamientos y acciones.
¿Qué fases debemos seguir para que nuestro hijo o hija sea un experto emocional? Es importante que desde la infancia acompañemos a nuestros hijos a conocer y reconocer sus emociones para que aprenda a adaptarse a las situaciones de la vida.
Fase 1. Conocer las emociones básicas y para qué sirven
Fase 2. Reconocer las emociones en nosotros mismos y en los demás
Fase 3. Legitimar las emociones, no debemos anular sus sentimientos.
Fase 4. Aprender a regular las emociones.
Fase 5. Reflexionar sobre la emoción que estamos sintiendo.
Fase 6. Actuar las emociones de forma adaptativa.
Fase 7. Establecer una historia narrativa.
Es importante conocer el mundo emocional de nuestros hijos, legitimar sus deseos, pensamientos y emociones. Fomentar la espera y permitir el aburrimiento va a ayudar a activar la corteza prefrontal, que es la última zona de nuestro cerebro en madurar. Cuando nuestros hijos sienten el aburrimiento, son capaces de salir de ahí utilizando la creatividad. El aburrimiento es la cuna del asombro y de la creatividad. Es en el aburrimiento donde surgen las buenas ideas.
La zona prefrontal del cerebro es fundamental para la atención, la concentración, la resolución de problemas y el control de impulsos; en definitiva, para trabajar la voluntad. Una persona con voluntad llega más lejos que una persona inteligente. Por lo tanto, hay que reforzar la voluntad, fomentando la espera a la recompensa. Vivimos en una sociedad donde lo quiero todo ahora, quiero sentir esto ahora, quiero comprar esto ahora… hay que ir educando esta voluntad, y para ello voy educándola, aplazando las recompensas.
Jugar con los niños, nombras las emociones que sienten, respetar sus valores y permitir las emociones incómodas nos ayuda también a comprender nuestras emociones y alcanzar esa madurez emocional tan importante que nos ayuda en la concentración y el desarrollo de nuestra inteligencia y voluntad.
Aprender a regular as emociones, a reflexionar sobre lo que sentimos, a actuar adaptándonos a la situación de forma positiva, nos ayuda a establecer una historia narrativa que da sentido a nuestras emociones, a encontrar la causa de nuestros sentimientos, a comprendernos y conocernos mejor. Y también nos enseña a ser personas vitamina: positivas, resueltas y empáticas con los demás.