Apoyo conductual positivo

Escrito por:  Maria

A veces, nuestros hijos muestran conductas que no favorecen su desarrollo óptimo, comúnmente denominadas “conductas problemáticas”. Este término suele tener una connotación negativa, ya que se asocia con algo malo o indeseable. Sin embargo, desde el enfoque del apoyo conductual positivo, estas conductas —que por su frecuencia, gravedad o intensidad interfieren en el desarrollo personal, social o educativo— se entienden de manera distinta. No son culpa de la persona, sino algo que necesita trabajarse. La conducta en sí no hace que la persona sea “mala”, sino que indica la existencia de un problema que debe resolverse.

Otro término relacionado es “conductas desafiantes”. No debe interpretarse de manera negativa; la conducta no desafía, sino que plantea un reto para los profesionales, quienes deben abordarlo y trabajar en ello.

Es fundamental entender el concepto de apoyo conductual. Muchas veces se cree que este tipo de apoyo es necesario solo cuando alguien se porta mal o molesta a los demás, pero esto no es correcto. El apoyo conductual busca ayudar a la persona a gestionar mejor sus conductas, no a castigarla por ellas.

Apoyo Conductual Positivo

El apoyo conductual positivo es un enfoque respetuoso que aborda las conductas problemáticas para mejorar la calidad de vida de la persona. Se trata de un enfoque sistémico e integral, que reconoce la relación estrecha entre la conducta y el entorno: las demandas, las barreras y la falta de apoyos adecuados en el entorno pueden influir en la conducta.

Este enfoque es personalizado, preventivo y proactivo, y requiere una colaboración estrecha entre la familia y el equipo educativo. El apoyo conductual positivo puede aplicarse en tres niveles:

  1. Universal: Crear un entorno claro y seguro con normas bien definidas y fomentar la enseñanza de habilidades.
  2. Pequeños grupos personalizados: Atender a personas en situaciones que podrían empeorar si no se interviene.
  3. Apoyo individualizado: Para quienes necesitan un apoyo más intenso debido a sus conductas problemáticas.

Es crucial conocer a la persona desde un enfoque bio-psico-social, entendiendo su entorno para realizar un análisis funcional. Esto nos permitirá comprender cuándo, con quién, dónde y por qué ocurren las conductas. Aunque algunos factores no causen directamente la conducta, pueden estar presentes en la vida de la persona e influir en ella.

Es importante identificar el propósito de la conducta: ¿busca atención, estimulación interna, evitar estímulos agresivos, obtener algo tangible, evitar tareas difíciles? Según el piscólogo Javier Tamarit, el 90% de las conductas problemáticas están relacionadas con la falta de habilidades o la dificultad para usarlas de manera efectiva.

Elaboración del Plan de Apoyo Conductual

Una vez realizado el análisis funcional, los profesionales y la familia deben trabajar juntos para elaborar un plan de apoyo conductual. El proceso incluye varias estrategias:

  1. Estrategias sobre antecedentes y factores asociados: Identificar qué debemos cambiar, como personas, rutinas, actividades, espacios, hábitos o aspectos de la salud.
  2. Estrategias para enseñar nuevas habilidades: Determinar qué habilidades debemos enseñar y cómo sustituir conductas problemáticas por otras más adecuadas.
  3. Estrategias sobre el estilo de vida: Buscar formas de aumentar la satisfacción y la realización personal de la persona.
  4. Estrategias sobre las consecuencias: Decidir cómo vamos a responder ante las conductas, aplicando refuerzo positivo, proporcionando retroalimentación, redirigiendo hacia conductas adaptativas y permitiendo que las consecuencias naturales actúen.

Después de implementar el plan, es necesario realizar un seguimiento continuo para evaluar qué está funcionando y qué se puede mejorar. Es fundamental revisar si todos los involucrados están cumpliendo su parte, si las estrategias son adecuadas y si la hipótesis sobre la función de la conducta era correcta.

Los criterios clave para evaluar si el plan es efectivo son: comprobar si ha mejorado la calidad de vida de la persona, si ha aumentado su capacidad para usar nuevas habilidades y si ha disminuido la conducta problemática.